La realidad es que no he tenido mucho éxito. Pasaron ya cuatro días desde mi encuentro con el cartógrafo. Desde entonces hubo un día de lluvia, una mañana siguiente húmeda en la que el pelo se me frisó, luego se sucedieron veinticuatro horas menopáusicas que se presentaron con sofocones que no dieron tregua y un hoy que se deja llevar.
De cualquier manera, el clima me tiene sin cuidado, si tan solo pudiera definir un poco más el mapa de personas que había diagramado originalmente y sobre el cual el cartógrafo no había emitido sonido, bueno, en realidad el cartógrafo nunca habló durante nuestro encuentro, su reflejo en el inodoro permaneció unos segundos y luego desapareció... Alicia, ¿viste esto? Celmira, con su voz ronca, me hizo sobresaltar y, logicamente, abandonar mi ensimismamiento. De caminar desparejo, tenía una pierna más corta que la otra y además llena de várices y protuberancias, como si fueran los grumos que se hacen en la harina cuando la salsa que una intenta hacer sale mal, se acercaba con un ejemplar del diario La Razón
Se me iluminó el rostro, no por el ránking de países felices, sino por la nota que había al lado de esa columna. Los pájaros se caían muertos desde el cielo, palabras más, palabras menos, era lo que se leía en ella.
Lluvia de pájaros muertos, algo que yo siempre supe.
Entonces lo entendí. Yo era una más de los intersubjetivos, llevaba la marca del sentido común serigrafiada en mi adn. Ahora, mi misión cambiaba drásticamente su rumbo, ya no debía encontrar a la intersubjetiva, sólo debía hallar a mis compañeros.