lunes, 28 de diciembre de 2009

The lost cow
















Cuando diciembre da sus últimos respiros, cuando exhala débil y moribundo el aliento de un año cansado, uno más que se va - y yo que aún no entiendo porque los años se empeñan en irse- él, el gaucho viejo que hace rato ha dejado el caballo, sale, como todos los años, en busca de la vaca, esa que nunca estuvo ahí.

Su renault 12, fiel como un zaino, lo acompaña. No olvida ponerse su boina.

Mientras, esa alpargata con el yute gastado pisa el acelarador, mientras, su mano curtida por el polvo y los días mueve la palanca de cambios de segunda a tercera, mientras, él todo él sueña con que será durante este año, sí durante este y no durante otro, que pondrá fin a la leyenda de la vaca perdida.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Nostalgia

Hoy camino herida, sin norte, sin rumbo. Ya no veo los bosques delante, otra vez todo es niebla ¿o todo es llanto?

El viento sopla fuerte y no me deja avanzar.

Necesito seguir andando, pero el recuerdo de lo que dejé atrás me pega de frente, hunde sus puños en mi boca, escarba en mi garganta, rasguña mi pecho y rompe una de mis costillas, para usarla como cuchillo, para desgarrarme desde adentro.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Encontrarte

Creí, durante un tiempo, que era en el bosque donde iba a encontrarte.

Me equivoqué.

El líquido amniótico que allí dentro me alimentaba está contaminado con anestesias y barbitúricos, endulzado con hongos alucinógenos que me hicieron vivir el sueño de los que buscan certezas en la niebla. Ahora lo sé.

Escapé del bosque justo cuando se prendía fuego, cuando a punto de ser devorada por las llamas, vomitando la savia amarga que por sangre cargo, me di cuenta que no estabas allí. Siempre fuiste un espejismo inalcanzable, formado por mi deseo y mi delirio y proyectado por la luna entre los árboles.

El camino está desolado, tu imagen viene a mí, no me abandona ¿qué tan cerca estás?

viernes, 4 de diciembre de 2009

Intolerable calma

La calma se siente en el camino.

Salí del bosque hace unos días, aunque bien pudieran ser meses.

Me duele la garganta. En realidad, a la garganta le duele la angustia que toleró mientras mi cuerpo mudaba la piel, mientras el alma escurría esa humedad olorosa; mientras el pelo se caía, el estómago se pudría y otro nuevo comenzaba a tomar forma en su lugar.

Aún conservo en mi mochila las huellas digitales de las vidas que me acontecieron, creo que no pesan tanto, pero sé que pesarán en algún momento, no muy lejano.

Mientras tanto camino - la calma es intolerable - hace calor y se siente la ansiedad en el aire. Conozco sus intensiones. Ella no es una novedad para mí. Busca penetrar mi nariz para continuar castigando mis órganos.