Puede ser que haya estado en el bosque semanas,
meses, no lo sé. Mi única certeza fue que el bosque se volvió, en cuestión de
segundos, un viejo conocido.
Lo recordé de las noches de verano, en casa de mis
padres, antes de que Celmira me raptara, cuando parecía una ensoñación que
seducía, una puerta a otra dimensión, una isla en algún lugar, a la que me
hubiera gustado migrar o que tan solo me hubiera conformado con tocar. Era una
especie de holograma que se presentaba ante mí, flotando, vivo; vivo, porque
claramente sentía; luego de aspirar energía exhalaba un dolor que yo
inspiraba y vomitaba por mis poros, ardidos e irritados por el proceso.
El bosque contenía ese
dolor en su garganta y en una víscera que no fueron cartografiadas por ninguna
mano en ningún mapa, pero que se reclaman evidentes ante ellas mismas cuando
ellas mismas se constituyen en el tribunal que las juzga (las teme) no ciertas.
El bosque aparecía en el medio del cuarto que tenía
en la casa de mis padres, generalmente cuando el calor caía sobre los mi, sobre
los nosotros de la ciudad que por diferencias sustanciales era imposible
contener en los mi, caía como cae cualquier cortinado hediondo de humedad,
transpirado, como las pieles de todos los que aún teniendo un turbo de pie, no
llegábamos a refrescarnos en esos veranos sofocantes. Se presentaba, el bosque,
como una imagen en tres dimensiones, con ese olor a alcanfor aferrado que el verano le
ayudaba a despedir. Porque el verano ayuda a que los olores se despidan, se
acentúen y se constituyan en una superposición, una adyacencia o hasta un
vecindario, sin forma y sin cuerpo, un garabato difuso y amorfo, imposible de
ver, pero tan evidente como la imagen del bosque en sí. A veces pienso, que todos los olores que
sentimos en un día ordinario de nuestras vidas, se corresponden a esas imágenes,
esas otras dimensiones, otros mundos que se nos abren, pero que casi nadie ve, aún cuando flotan delante de nuestras narices. Pienso a estos mundos infinitos, tan infinitos como nuestra ceguera que no los reconoce (podría aquí excluirme del conjunto)
Muchas veces, siendo que yo solo he visto al bosque y sentido su olor a alcanfor, me he preguntado, con qué
imagen se corresponderá el olor a guiso de gallina, ¿será un pueblo?, ¿será un
callejón?, ¿un mercado? o simplemente ¿un gallinero?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario