viernes, 7 de enero de 2011

Minotauro

Hecha un ovillo intento dormir (segundo intento esta noche) sobre el pecho del Minotauro.

Lo odio. Su sangre caliente baña mi rostro y cubre mi cuerpo como una frazada. Aún siento su aliento, otra cobija.

Maldito Teseo que ha hundido el hierro en él y se ha olvidado de mi. Le ha dado tranquilidad, la bendición del sueño, el sueño.

Mi cuerpo se tensa. No es otra cosa que una res nerviosa en el matadero, solo que esa muerte se me niega. Esquiva me revienta, pero me deja viva. Insulta, ofende, me agrede y ni las lágrimas me rescatan. Es superior en número y en fuerza. Es bastión y esta noche no estoy posibilitada para hacerle frente.

Perseguría a Teseo por este laberinto. Laberinto, entiendo de repente que una nueva cárcel me alberga.

No estoy sola. El Minotauro sangrante me acompaña. Me pregunto si la bestia andará cerca o nos visitará algún día.

Si por lo menos los pájaros llegaran. Si ellos comieran mi estómago y los intestinos, si por lo menos se sirvieran de mis cuerdas vocales como cables de luz. Si por lo menos..., pero no, ni eso los ingratos. Ni las lágrimas me socorren.

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