El campo fue sembrado con vacas, muertas algunas, moribundas las otras, escucho su respiración fatigada, agonizante. Los bosques se esconden detrás, se refugian en nidos de pájaros y túneles, aquellos que alguna vez habitara la bestia.
La bestia: la busco, me esquiva.
No es tierra lo que me mancha los pies, la que yace debajo de los cadáveres de vaca, es grafito molido: lo descubro y me desespero, hundo mis rodillas en él, me embarro las manos, los dedos, escribo sobre las superficies que se dejan: el cuero de las vacas, mis piernas, mis brazos, mi cara.
Febrero se fue estéril, pero marzo llovizna, tímidamente.
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