jueves, 31 de marzo de 2011

Su muerte y mi vida

Partieron la primera madera en mi espalda. Era una tabla levantada de un escenario abandonado, en un teatro de la rivera. La última obra, dicen, había sido escrita por un criminal nonato, un suicida maldito, un poeta con talento, pero sin intenciones.

Ella caminaba, muerta, por la calle. Era de noche.

Partieron la segunda madera en mi espalda. Era parte de un cajón de frutas maduras, casi podridas. Dulces y rabiosas, tóxicas y asesinas.

Pullover largo de un color desabrido, pollera también larga; pelo crespo, ojeras, ojos hundidos, piel blanca, cabeza inclinada, expresión perdida. Como muerta, ella caminaba. Era de noche.

Partieron la tercera madera en mi espalda, era parte de la tapia de un baldío que escondía mugre, perros hambrientos, las llagas de mis ojos y unas cuantas miserias.

Muerta para todos, viva ella, adentro suyo, viva; viva en universos inalcanzables.

La crucé ayer a la noche, caminábamos en direcciones opuestas, yo iba con la espalda partida, ella iba muerta, pero tan viva.

miércoles, 30 de marzo de 2011

El conejo

Lo trajo la bestia, lo dejó en el baño. Ayer a la noche cuando entré a casa lo vi, movía su boca como royendo blasfemias de un tiempo enquistado en ella, en él, en mi. Era blanco y tenía esos particulares ojos rojos. ¡Herencia de los de su especie!, afirmarán muchos, pero no yo, no, yo sé que sus ojos, son los ojos de la bestia. Sus ojos son el espejo de la bestia. Y también su retrato.

Ella había partido hacía varios días, estaba enferma, la había oído agonizar. Agonizaba como lo hacen los pájaros de mis sueños, moría con la misma cadencia, envuelta en los mismos ardores, cargando el dolor de esas deudas que no se saldarán nunca. Las de ella, las de él, las mías.

Y mientras se desangraba en geografías que no me había sido dado conocer, la bestia ennvió a su emisario, lo dejó en mi baño.

Decidí ignorarlo.

A la madrugada me desperté con un dolor insoportable en el pecho. Estaba sangrando. Encendí una vela para ver la herida y meterme en ella, bucear por mis venas, cuando lo vi. Estaba en un rincón mirándome con esos ojos rojos, roía tal como lo hacen los de su especie. Roía mi corazón y la yema de mis dedos, los de las manos.

Lo maté en silencio y respirando pausadamente. Comí, antes del amanecer, su carne cruda, pero tierna. Podía cargar con otra deuda, pero no iba a lidiar con el emisario de la bestia.

Ella me quería a mí, me quería a través de él. Ella me buscaba a mí, me buscaba a través de él. Me repetí esto unas cincuenta veces antes de ponerle a las frases una melodía de canción de cuna y, sin corazón y sin yemas en los dedos, volver a la cama para conciliar el sueño.

Quizá vienieran los pájaros.

martes, 22 de marzo de 2011

El estado de despojo

Comencé a transitar algunos sueños mientras dormía, esta madrugada, intentando deshacerme de las miserias que vendrían. Caminé entre mis muertos y los muertos de los otros. Vi a los heridos que me negué, que me niego a asitir. Prendí velas en bosques como una ofrenda a los hombres sin rostro, aquellos que tienen sangre coagulada en las venas y que me persiguen desde tantos abismos (son parientes de los pájaros, primos lejanos)

Sé que la vigilia que suceda la noche se tornará insorpotable, miraré paredes de una blancura asesina, rebotaré contra ellas para penetrarlas, sin éxito. Querré irme y no podré, una fuerza irreconocible me mantendrá estacada a la realidad. Qué triste será el día que se anuncia sin poesía.

Mis pies se hunden en el barro mojado mientras duermo, se hunden en mis sueños, se hunden, se hundieron en la madrugada. Busco sueños de un viejo repertorio, la crudeza del día que viviré me quitará la osadía de despertar a nuevos paraísos oníricos, lo sé, es mejor que me muna por lo menos de los viejos.

Apretaré mis párpados para dar vuelta mis ojos y que nadie vea lo que hago, que mis ojos miren hacia adentro, en una de esas encuentren algo interesante, ya que la periferia que encontraré a media mañana se empeñará en sofocarme y aturdirme con sus realidades. Qué poca música que hay en este día que se presentará fragmentado.

Intento repetir un sueño de hace dos años, fracaso. En realidad busco uno que tuve en mil novecientos ochenta y tanto, o varios que tuve ese año. No los encuentro. Se me revuelven las tripas con tanta angustia.

Alguien escapó con mis archivos oníricos. Y la realidad se hace insostenible.

Lloro. Sola. Lloro. Sólo eso puedo.

jueves, 17 de marzo de 2011

Fiebre

Una serie de bifurcaciones en el camino me trajeron hasta acá.

Y ahora tengo fiebre, una fiebre extraña. No me provoca calentura, no es amarilla ni tampoco hemorrágica, pero es igualmente espantosa. Me incendia los ojos y arma hogueras en mi garganta. No arden brujas allí, no, solo mis presentes y lo hacen tímidamente, porque no se animan a morir. Eligen la agonía, intuyo. Abrazan el dolor, lo siento. Fracturan mis fémures para que no camine, sé. Corroen las cuerdas vocales con los parásitos de siempre, yo los conozco. Inyectan artrosis en mis dedos para que no se muevan, para que paralíticos no agarren los lápices, ni agiten las letras, entiendo.

Mis presentes eligen, mis presentes han adquirido, han desarrollado voluntades, mis presentes me aniquilan, mis presentes en rituales de un hoy eterno me desuellan y me susurran al oido, con el eco de las voces de un puñado de niños, que no hay futuro.

Una serie de bifurcaciones en el camino me trajeron hasta acá.

viernes, 11 de marzo de 2011

Vana

Vana, la espera fue vana. Solo vacuidad trajeron sus sueños. No hubo puertas, ventanas, pasadizos en el armario, hoyos en el piso ni puertas cósmicas en el balcón. No hubo espejos. No hubo escapatoria.   

Se durmió y se despertó y no recordó nada de la noche ni de la madrugada. No hubo viajes. Solo vacuidad trajeron sus sueños. No hubo bosques voraces, ni cárceles uterinas. Solo vacuidad trajeron sus sueños.

No hubo orgasmos reparadores, no hubo orgasmos descompresores, solo vacuidad repetida, eterna, constante, incansable, segura, establecida, aberrante y asesina.

Aún recostada en la cama, con los ojos hinchados por la angustia, como vientre que retiene líquidos y contiene la explosión, esta mañana intentó desesperadamente enchufarse a una pared y que una descarga sostenida hiciera estallar su vacío, pero olvidó el transformador de ciento diez a docientos veinte voltios y sus ilusiones de alivio desaperecieron precoz y espásticamente.

jueves, 10 de marzo de 2011

Sin título

Se vistió para irse a dormir, sabía que tendría la oportunidad de escapar esta noche, en sus sueños, así que mejor estar preparada.

Delante de ella se abrirían los bosques y amnióticas las cárceles la refugiarían, prometiendo borrar toda huella de vida, de pasado.

Miró por la ventana. Los árboles estaban inquietos, vacíos de pájaros, pero llenos de susurros. Qué importaba, si estaba tan cerca de la salida.

Muere lo que acontece

Todo agoniza, se desangran las sábanas y el cubrecama, se desmembran las paredes y las grietas del piso, que multiplicadas obsena y pornográficamente desnudan los infiernos de los que viven en el departamento de abajo. Su dolor me es indiferente, pero lo reconozco tan terrible como el de mi periferia, tan salvaje como el que el que me augura la bestia. Ella me conoce, sabe de mi ansiedad. Por eso no brinda seguridades, por eso disfruta viéndome anticipar el dolor.

Las ventanas de la cuadra me gritan muertes, me las gritan en la cara, las gritaron toda la noche, yo igual seguí durmiendo, aunque el olor a abismo me llagara la piel y esta mañana no tuviera ünguentos frescos para calmar el ardor.

La bestia llegó ayer. El cancerbero la trajo, vinieron navegando las cloacas del mundo. Ahora habita mis fluidos, pero sé que pronto se instalará en el espejo del baño.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Tóxica

Como un gas tóxico desembarcó en la madrugada. No la ví, no la escuché. En el momento no la sentí. Recién fui conciente de que había llegado hace unos minutos atrás, cuando ya había pasado casi un día, cuando mis ojos no contenían las lágrimas.

La bestia me ha encontrado una vez más, certera me abraza, me abrasa. Y mientras me quema me resguarda de la hostilidad de la periferia. Hay cierta comodidad en el dolor que ella me asegura.

Me susurra, mientras con pericia ordeña mi corazón -porque la bestia se nutre con su leche rancia, amarga y pegajosa- que no crea; me sugiere, con voz de niña, que no me olvide; me recuerda que mi única realidad es ella, que ella es pasado y presente. Mi único pasado y presente.

El resto es espejimo, el resto no existe.

domingo, 6 de marzo de 2011

Llovizna

El campo fue sembrado con vacas, muertas algunas, moribundas las otras, escucho su respiración fatigada, agonizante. Los bosques se esconden detrás, se refugian en nidos de pájaros y túneles, aquellos que alguna vez habitara la bestia.

La bestia: la busco, me esquiva.

No es tierra lo que me mancha los pies, la que yace debajo de los cadáveres de vaca, es grafito molido: lo descubro y me desespero, hundo mis rodillas en él, me embarro las manos, los dedos, escribo sobre las superficies que se dejan: el cuero de las vacas, mis piernas, mis brazos, mi cara.

Febrero se fue estéril, pero marzo llovizna, tímidamente.