lunes, 24 de enero de 2011

Ahora que me fui

Se dice y se desdice y así resuelve los días el ser que se forma a través del lenguaje. Un día se dice rubia y al otro día se dice morocha.  Y si solo fuera el color de pelo el objeto de sus decires, todo quedaría en una cuestión física quizá, no porque este sea un hecho menor, claro está, pero sí menos traumático para aquellos que la sufren. Entendí que sus voces la descomponen en muchas más variantes que las que arrojaría un prisma, de a ratos la pronuncian dócil y calma, por momentos la hablan irascible y lastimada, la dicen presente, dispersa, compulsivamente propia o aleatoriamente extraviada.

Contradictoria, así se define ella y piensa -se intuye- que con esto se justifica a sí misma o a su ser formado por sus decires y desdecires.

La conocí hace unos días y desde entonces no dejo de pensarla (quizá porque siento la caprichosa necesidad o el deseo profundo de formarla o reformarla a través de mi pensamiento, queriendo emular, tímidamente, la capacidad creadora de su lenguaje)

Me la presentó la bestia. Habita, creo, en el espejo, en el espejo del baño. Quiero seguir viéndola, pero me da miedo que su imagen se borre y que el eco no me traiga sus palabras justo ahora que me estoy mudando.

Ojalá los pájaros encuentren mis nuevas cárceles y vuelen cargando sus fragmentos, sus olores -cierro los ojos-, sus sabores.

No hay comentarios.: