jueves, 31 de marzo de 2011

Su muerte y mi vida

Partieron la primera madera en mi espalda. Era una tabla levantada de un escenario abandonado, en un teatro de la rivera. La última obra, dicen, había sido escrita por un criminal nonato, un suicida maldito, un poeta con talento, pero sin intenciones.

Ella caminaba, muerta, por la calle. Era de noche.

Partieron la segunda madera en mi espalda. Era parte de un cajón de frutas maduras, casi podridas. Dulces y rabiosas, tóxicas y asesinas.

Pullover largo de un color desabrido, pollera también larga; pelo crespo, ojeras, ojos hundidos, piel blanca, cabeza inclinada, expresión perdida. Como muerta, ella caminaba. Era de noche.

Partieron la tercera madera en mi espalda, era parte de la tapia de un baldío que escondía mugre, perros hambrientos, las llagas de mis ojos y unas cuantas miserias.

Muerta para todos, viva ella, adentro suyo, viva; viva en universos inalcanzables.

La crucé ayer a la noche, caminábamos en direcciones opuestas, yo iba con la espalda partida, ella iba muerta, pero tan viva.

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