viernes, 11 de marzo de 2011

Vana

Vana, la espera fue vana. Solo vacuidad trajeron sus sueños. No hubo puertas, ventanas, pasadizos en el armario, hoyos en el piso ni puertas cósmicas en el balcón. No hubo espejos. No hubo escapatoria.   

Se durmió y se despertó y no recordó nada de la noche ni de la madrugada. No hubo viajes. Solo vacuidad trajeron sus sueños. No hubo bosques voraces, ni cárceles uterinas. Solo vacuidad trajeron sus sueños.

No hubo orgasmos reparadores, no hubo orgasmos descompresores, solo vacuidad repetida, eterna, constante, incansable, segura, establecida, aberrante y asesina.

Aún recostada en la cama, con los ojos hinchados por la angustia, como vientre que retiene líquidos y contiene la explosión, esta mañana intentó desesperadamente enchufarse a una pared y que una descarga sostenida hiciera estallar su vacío, pero olvidó el transformador de ciento diez a docientos veinte voltios y sus ilusiones de alivio desaperecieron precoz y espásticamente.

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