miércoles, 9 de marzo de 2011

Tóxica

Como un gas tóxico desembarcó en la madrugada. No la ví, no la escuché. En el momento no la sentí. Recién fui conciente de que había llegado hace unos minutos atrás, cuando ya había pasado casi un día, cuando mis ojos no contenían las lágrimas.

La bestia me ha encontrado una vez más, certera me abraza, me abrasa. Y mientras me quema me resguarda de la hostilidad de la periferia. Hay cierta comodidad en el dolor que ella me asegura.

Me susurra, mientras con pericia ordeña mi corazón -porque la bestia se nutre con su leche rancia, amarga y pegajosa- que no crea; me sugiere, con voz de niña, que no me olvide; me recuerda que mi única realidad es ella, que ella es pasado y presente. Mi único pasado y presente.

El resto es espejimo, el resto no existe.

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