martes, 22 de marzo de 2011

El estado de despojo

Comencé a transitar algunos sueños mientras dormía, esta madrugada, intentando deshacerme de las miserias que vendrían. Caminé entre mis muertos y los muertos de los otros. Vi a los heridos que me negué, que me niego a asitir. Prendí velas en bosques como una ofrenda a los hombres sin rostro, aquellos que tienen sangre coagulada en las venas y que me persiguen desde tantos abismos (son parientes de los pájaros, primos lejanos)

Sé que la vigilia que suceda la noche se tornará insorpotable, miraré paredes de una blancura asesina, rebotaré contra ellas para penetrarlas, sin éxito. Querré irme y no podré, una fuerza irreconocible me mantendrá estacada a la realidad. Qué triste será el día que se anuncia sin poesía.

Mis pies se hunden en el barro mojado mientras duermo, se hunden en mis sueños, se hunden, se hundieron en la madrugada. Busco sueños de un viejo repertorio, la crudeza del día que viviré me quitará la osadía de despertar a nuevos paraísos oníricos, lo sé, es mejor que me muna por lo menos de los viejos.

Apretaré mis párpados para dar vuelta mis ojos y que nadie vea lo que hago, que mis ojos miren hacia adentro, en una de esas encuentren algo interesante, ya que la periferia que encontraré a media mañana se empeñará en sofocarme y aturdirme con sus realidades. Qué poca música que hay en este día que se presentará fragmentado.

Intento repetir un sueño de hace dos años, fracaso. En realidad busco uno que tuve en mil novecientos ochenta y tanto, o varios que tuve ese año. No los encuentro. Se me revuelven las tripas con tanta angustia.

Alguien escapó con mis archivos oníricos. Y la realidad se hace insostenible.

Lloro. Sola. Lloro. Sólo eso puedo.

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