No sé que me hizo pensar que Diciembre se había ido.
Un piano suena, una radio me lo acerca. Algunas voces lejanas llegan desde las mesas del bar y se confunden las lenguas de esos individuos en mi. Quiero su silencio, porque no me interesan sus historias que contaminan mi bosque, mis cárceles, el camino no andado y a la bestia.
Las fosas nasales se abren (las mías) como si fueran las branquias de un pez, tienen náuseas, quieren vomitar el aire infectado con olor a desodorante que se desprende de las axilas de un fulano que viene bajando la escalera. Hedor a periferia.
Diciembre resiste y resisten con él los cánceres que había jurado estaban secos.
Diciembre sigue aquí. Diciembre aún eyacula.
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