jueves, 12 de enero de 2012

Viaje desde la biblioteca de Pisístrato a mi cuerpo

Desde que Geranio vive adentro mío mi relación con la vagina (y también con el mundo) ha cambiado. Él entra y sale reiteradamente, a veces durante el mismo día, incomodándome, porque cuando me doy cuenta de que él necesita irse tengo que correr al baño, sentarme en el bidet, bajarme la bombacha y esperar que salga.

Generalmente es un trámite expeditivo, pero otras veces dependiendo de la situación en la que me encuentre, es algo problemático. En ocasiones Geranio ha querido salir mientras yo viajaba en el subte, luego entendí que esto sólo ocurría mientras viajaba en la línea A, a la altura de la estación abandonada, donde los trenes no se detienen desde la muerte de dos obreros que trabajaban en el lugar, a principios del mil novecientos. Conversando al respecto Geranio me explicó que cada vez que pasábamos por allí, estuviera en el bosque que estuviera adentro mío, arreando animales, sembrando orquídeas, enjaulando colibríes o siguiendo la pista de las vacas ciegas de Aquitania, una fuerza exterior lo succionaba. Él dice que hay una extraña configuración de energías en ese lugar, una puerta cósmica, almas en pena o simplemente una modificación espacial donde el adentro pasa a ser el afuera y viceversa.

Viceversa, viceversa es una palabra que nos encanta a Geranio y a mi por obvias razones. Nosotros entendimos hace mucho como andar y desandar. Andamos y desandamos palabras, frases, párrafos, libros, volúmenes y bibliotecas en una dirección o en la otra. Nos andamos y nos desandamos a nosotros mismos...Esto me lleva a pensar que Geranio también es un intersubjetivo. Tengo que dibujarlo en mi mapa, en la libreta rayada de tapa dura; cuando llegue a casa será lo primero que haga. Pero volviendo al tema anterior, desandando las bibliotecas que nunca conocí, incendiadas en épocas oscuras e infames, no contemporáneas, fue que tuve mi primer encuentro con el sexo.

Geranio había salido, yo estaba tendida en mi cama repasando unos volúmenes de la biblioteca de Pisístrato, antes de que la saqueara Jerjes, cuando descubrí, en una exploración de mi cuerpo, el clítoris. Un día antes había leído sobre las disecciones de Leonardo y sus conocimientos de anatomía que le permitían parir personas en sus pinturas y en unos de esos raptos esporádicos, que a veces duraban semanas, de sensibilidad megalómana había pensado, sostenido, que si Leonardo podía dibujar cuerpos perfectos -cuando perfecto es espejo de lo real-, yo también. Entonces, decía, me encontré con mi clítoris -porque Celmira nunca me había hablado de sexo ni de las partes del cuerpo que proporcionan placer. Y yo tampoco había leido al respecto-.

Así, el día que supe de mi clítoris fue el día que tuve mi primer orgasmo. Y desde entonces imagino que si un dios vengativo hizo que la tierra se tragara a Onán por eyacular fuera de la vagina de su cuñada, otro dios bondadoso hizo que la tierra lo vomitara en mi carne. Y sostengo que si yo siento envidia del pene, los hombres deberían sentir envidia del clítoris. Pero esto nunca lo he conversado con Geranio. Él siempre anda preocupado pensando en las vacas ciegas de Aquitania, mucho más que yo con mi búsqueda de los intersubjetivos.

(Fragmento de la novela Alicia)

2 comentarios:

Persona dijo...

Excelente. Pinta bien la novela.
Un saludo.

Elechili dijo...

Gracias Persona!