jueves, 2 de junio de 2011

Hacia el habitáculo

Superada la consigna anterior, mis pupilas proyectaron sobre el cuero de la rubia de Aquitania el mapa de nuestro próximo destino. La negra avileña, desesperada, le lamió el cuero, entendiendo que esa proyección la laceraría, pero si esa proyección nos iba a pudrir a todas, no solo a la rubia.


Mi ser, tan inexistente como el de ellas, se daba cuenta del efecto fragmentario que nuestra futura parada nos imprimiría. Nos dirigíamos al lugar donde se deforma el pasado, estábamos yendo al habitáculo de los recuerdos.

Siempre pensé que ese habitáculo estaba dentro de nosotras, pero desde que estoy presa en este vagón he desenmarañado muchas presuposiciones otrora equívocas.

Ahora estoy acribillada por la ansiedad que hostiga mi cerebro, pues tiene la forma de todos los pasados de mi vida que hoy entiendo probables en el recuerdo de todos los que nos piensan o lo han hecho, a las vacas inexistentes y a mí y que en breve enfrentaremos.

La pinzgauer vomita.

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