jueves, 19 de febrero de 2009

No estoy

Respiro, aún respiro. El pelo se cae, me quedo calva , mientras, mis dedos escriben, mientras, respiro.

Pierdo la piel de la cabeza; el cráneo se hace polvo después, inmediatamente después.

Mientras, sigo escribiendo. Y me pregunto, ¿qué pasará cuando el cerebro se diluya?, por acción de los solventes que siento en el aire, y los siento porque aún respiro. Y me vuelvo a preguntar, entonces, ¿podré seguir escribiendo?

Pero entonces siento que la cara se desdibuja, que los ojos se caen y mis labios pierden el volumen, se secan, como se secan los viejos. Ya no tengo nariz, pero respiro. Y pienso, si esto pasa sin tener nariz, cuando le llegue el turno a mis dedos, ¿aún voy a poder seguir escribiendo?.

Es raro, no siento ansiedad, la que debería sentir a la altura de la garganta o en el medio del pecho ¿será que estas partes de mi cuerpo, también se han ido? Es que ya no veo que es lo que pasa, pero lo imagino, lo imagino mientras escribo y respiro.

Se desgrana mi panza, mis caderas caen como dos ruedas que derepente se desprenden de un auto. Mis pies absorben mis piernas, las chupan, se las comen, con hueso y todo, no dejan rastro, acá no hay espina de pescado en el plato, todo lo que alguna vez me sostuvo mis pies lo han fagocitado.

Pero yo respiro y escribo, es quizá la fuerza intacta que aún conserva mi respiración la que mueve el teclado. Porque las manos y los brazos ya me abandonaron, pero no recuerdo en qué momento.

Y los pies, a los pies se los tragó la tierra.

Pero estoy tranquila, no siento ansiedad, no siento dolor, solo disfruto el ritmo de mi respiración y de las palabras que una a una manchan el espacio vacío que fuera destinado para ellas.

Respiro, escribo. Es jueves.

2 comentarios:

Javier dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Javier dijo...

Esto es lo que se llama vomitar.