viernes, 16 de diciembre de 2011

Jueves, arremeten

Si ayer lo hubiera pensado absurdo hoy no me quedaría más que asumir su realidad. Aunque ni espacio para asunciones haya.

Sueño muerte.

Desperté y era jueves y conservaba cierta capacidad de pensar y de sentir y de razonar y no entiendo cómo es que me encontraba aún en dominio de esta potestad si el día se había presentado y lo había hecho arremetedor y arrementiendo y arremetido.

Pienso muerte.

Arremetido de mis pasados, pero no de mis pasados como una generalidad, venía con todos sus años y todos sus días y todas sus horas y sus momentos de alegría y de vergüenza y de tristeza y de pánico y de miserias y de desidia... la desidia. Y de indefinición y de angustia y de calma - la que fue aparente y la que fue cierta- y de ansiedades... las ansiedades. Y de precisiones y de indefiniciones y de las mañanas en las que me sentí caer y de las tardes en las que me pude levantar y de risas y de gestos adustos y de miradas asesinas y de dolores de páncreas y de meninges inflamadas y  de ciclos menstruales y otras espasticidades. Y de momentos gimnásticos y de elongación y de ríos estancos y de mares revueltos y de soles y de sombras y de cielos cayéndose y de arenas mojadas y de sábanas tendidas sobra la cama y de manteles tendidos sobre el pasto y de cementerios...los cementerios. Y cuando desperté ahí estaba el jueves: arremetedor, arremetiendo...arremetido.

Pido muerte.

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