lunes, 26 de diciembre de 2011

Diciembre inaugural

Me enteré de su existencia este diciembre que aún transcurre como río por mis venas. La noticia no me fue revelada a través de ningún órgano con función de oráculo ni por mi vagina, que muchas veces tiene ansiedades de pitonisa, sobre todo cuando consume brebajes elaborados a base de cocentrados de clorofila. La noticia me llegó desde la periferia.

Alguien, voy a reservarme su identidad, no porque su identidad sea mía o quiera poseerla, sino porque no quiero compartir su nombre ni hacerlo público, me comentó en la víspera de nochebuena de una comunidad de hombres y mujeres, conocida por pocos, pero intuida por muchos, que se mezclaba entre nosotros, el resto.

A la comunidad, estos pocos la nombran la intersubjetiva. La intersubjetiva esta, obviamente, conformada por los intersubjetivos, seres humanos que comparten el sentido común, un tipo de saber precedente e indocumentado que no ha sido registrado ni en enciclopedias ni en diccionarios, no ha sido capitulado, ni editado, solo intersubjetivado por los intersubjetivos.

Pasé la nochebuena y la navidad pensando en estos señores. Mientras mis intestinos lloraban un clericó añejado en barricas de pino barato, mi cerebro reptaba por las geografías de los barrios conocidos censando a los seres con los que alguna vez yo estrechara manos, para catalogar a aquellos que posiblemente formaran parte de la intersubjetiva.

Diciembre se muere, el año agoniza.

Diciembre: fin. Diciembre: comienzo.

(Fragmento de la novela Alicia)

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