lunes, 19 de septiembre de 2011

El parto (Serigrafía malograda 9/9)

Se preguntó a sí misma si había habido alguna vez un tiempo en el que las cosas resultaran sencillas. 

Esa mañana había asociado la intensidad de sus orgasmos a los desprendimientos de retina, disloque de hombros, displacia mamaria y ovarios poliquísticos que le marchaban por la vida con la frecuencia espeluznante que expresan los números periódicos después de las comas.

Pensó que si sumaba afecciones a sus aficiones, quizá podría conseguir orgasmos móviles, no solamente los resultantes de la fricción de sus zonas más erógenas. Quizá sus poros pudieran parir placeres. Quizá el apoyarse contra una pared y frotarse contra ella pudiera ocasionarle aquel gran orgasmo. Un último gran orgasmo, multiplicador, mutilador y aniquilador. Se prendería fuego, ardería como fósforo recién raspado.

Repasó: sus poros parirían orgasmos con la frecuencia espeluznante que expresan los números periódicos después de las comas, serían multiplicadores, mutiladores y aniquiladores, se prendería fuego, ella, aredería como arden los fósforos recién raspados, ella.

Respiró. Tenía la boca seca. La bestia la miraba sentada en la cómoda, una sonrisa se le dibujaba en la cara.

Ambas estaban de regreso.

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