martes, 30 de septiembre de 2008

Redención - Sábado por la tarde

El universo fluye hacia mi y yo fluyo hacia el universo.

Me siento nada, o mejor dicho les cuento lo que siento, siento que no tengo huesos, siento que solo soy piel inflada, inflada a punto de reventar, como un globo.

Un globo. Un globo de esos a los que temo, porque sé que pueden explotar y entonces me voy a asustar. Abro paréntesis ahora que llega esta imagen a mi mente (¿será que asocio a los hombres con globos, y por eso también les temo?)

Siento cosquillas en mi cabeza, siento dolor en los pies, siento el estómago que hace ruido, inmediatamente adquiero la imagen de ese cuento de Edgar Allan Poe sobre el extraño caso del señor Valdemar, donde don Valdemar se pudre en cuestión de segundos y pienso, no puedo dejar de pensar, que Valdemar y yo somos una misma cosa. Y que yo, como él, me pudriré. Y todo demandará la inmediatez de un suspiro.

Pero la sensación mas fuerte llega en cuestión de segundos y llega a mi garganta. Siento que la inflamación en esa zona no va a resistir más presión y entonces sí, definitivamente explotaré.

Luego una voz dulce me habla. Me está diciendo algo, lo mismo que estoy pensando. Lloro. Creo que lloro. Abro segundo paréntesis. A veces creo que lloro, pero últimamente no me salen lágrimas. Igual, para mí, es como si estuviera llorando, porque el sentimiento lo tengo. Aunque no es lo mismo llorar con lágrimas que sin. Llorar sin lágrimas es como contener un estornudo.

Me siento fuera de mi cuerpo. Me siento regresar.

Siento, por lo menos por un rato, redención. Me acuerdo de Borges, me acuerdo del cuento El hilo de Ariadna y de ese pasaje que dice: "¿Me creerás Ariadna? - Dijo Teseo - El minotauro apenas se defendió".

El minoturo, como yo, quería ser redimido.

No hay comentarios.: