Comenzó en ese entonces, había salido a caminar por ese parque que de pronto se volvió bosque, el día que la tarde se hizo noche y mi cuerpo fue consciente de los demonios que ha sabido albergar y aún hospeda.
Los tiempos, fríos, me aguijonearon. Todos los fantasmas estaban allí. Habían llegado desde los ayeres, los presentes paralelos y simultáneos y los futuros, los reticentes y los obvios, pero no por eso menos angustiosos.
Estaban todos, menos la vaca.
Comienzo.
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