sábado, 21 de abril de 2012

Geranio conoce a Prístina

La luz se prendía y se apagaba. ¡Qué no! Dejanos explicarte. ¡Qué dije que no! Entonces Geranio se arremolinaba en el cuarto y antes de que lo pudiéramos ver apagaba la luz otra vez y cuando volvía a prenderla aprovechábamos para buscarlo con la mirada, pero era inútil no sabíamos a dónde se escondía. Y cada vez que comenzábamos a hablar sobre el grimorio y sobre la posibilidad de que este fuera el texto que encontrara Mondschein en la biblioteca real de Munich, él se enojaba y ¡zás! otra vez a oscuras.

¡Cabrón! gritó Prístina, con su dicción particular, durante el último atentado de Geranio contra la claridad del cuarto. Y yo que no pude contener la carcajada... Nunca sabremos si fue mi risotada o la frustración hecha palabra de Prístina lo que hizo que finalmente Geranio se calmara,  dejara en paz al interruptor de la luz y se sentara entre nosotras dos.

Geranio había salido como de costumbre por la ruta habitual, mi vagina, minutos antes de que Prístina llegara. Estaba urgido, el tiempo lo corría por delante y por detrás y si se descuidaba también lo cuerpeaba de costado. Eso me dijo agitado, con la palabra escueta que se le resbalaba por la comisura izquierda de la boca que torcía en una mueca exagerada, como si me estuviera contando un secreto o como si lo aquejara una parálisis facial.

Tic tac, tic tac, tic tac, las agujas de su reloj de bolsillo, fabricado en Nuremberg en el siglo XVI, estaban apresuradas y le marcaban el paso, el de su corazón, el de sus piernas, el del pestañeo de sus párpados y el de su sangre. ¿Por qué la prisa, Geranio? Pero antes de que me contestara, Prístina, a quién yo le había hecho un juego de llaves de la casa, había entrado en el cuarto sin avisar provocando que Geranio se ocultara. Odiaba que Prístina hiciera eso. Por suerte nunca me había visto aún en uno de esos momentos incómodos en los que tenía que expulsar a mi invitado o habitante porque a este se le antojaba salir.

Pero volviendo al punto, Prístina ya me había contado sobre la posible conexión entre el grimorio y Mondschein, ya se había enojado con Geranio, a quien hasta ahora nunca había visto en persona, y Geranio ya se había acercado y se encontraba ahora sentado entre nosotras. Los tres en la cama entonces, con las espaldas contra la pared, cada uno con un almohadón sobre las piernas y las manos cruzadas sobre ellos, nos mirábamos estudiándonos los gestos. Geranio resoplaba fuerte por la nariz.

Bueno, creo que llegó el momento de las presentaciones formales. Geranio, te presento a Prístina, Prístina, te presento a Geranio. Parecés un gato. Pero soy un conejo. Bueno, en el horóscopo chino serías gato. Pero soy un conejo. Tosió. Y en el vietnamita también sería conejo, dijo enfático y continuó, vos parecés tonta. Bueno, dicen en realidad que soy retrasada, por la meningitis, no por ningún horóscopo, pero me las arreglo bien. Mucho gusto. El gusto es mío. Ambos se dieron la mano y los tres nos quedamos en silencio un rato hasta que Geranio dijo y su decir nos dejó con un revoltijo en el estómago. Las respuestas que buscábamos los tres, estaban más allá de mi vagina, si queríamos saber más sobre la intersubjetiva, sobre las vacas ciegas de Aquitania y sobre la conexión entre el grimorio y Mondschein, teníamos que meternos adentro mío. No quedaba otra.

Fragmento de Alicia y su vagina maravillosa

2 comentarios:

Sebastián Zaiper Barrasa dijo...

Buen relato!

y de pronto Geranio... geranios
http://dialectivos.blogspot.com.ar/2008/06/velorios.html

Elechili dijo...

¡Muchas gracias! Y lindos los otros geranios que me compartis