Se ampollan los pisos, las veredas, las calles y las avenidas de tanto transitar las suelas de un millar de zapatos.
A las seis de la tarde, luego de un día agitado en la ciudad, las ampollas se revientan y cada baldoza, cordón de vereda, el empedrado y también el asfalto llueven.
La lluvia lo innunda todo, botamangas, tobillos, piernas y rodillas. Moja pantalones y hasta alguna falda larga, incluso los vestidos.
Desde sus entrañas la tierra escupe. El cielo observa, luego vomita.
Entre fluidos biliares y de otro tipo quedamos atrapados. Esta vez no habrá balsa ni arca de Noé que nos salve.
Apocalipsis de lunes caluroso, de horma inadecuada.
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[Versión remixada de "los zapatos me aprietan y las medias me dan calor]
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