viernes, 15 de julio de 2011

El parto (Serigrafía malograda 3/9)

Pensó en géneros diversos y comenzó por evaluar las sedas, pero eran demasiado brillosas, suaves y permeables, había de un montón de colores y con muchos motivos: flores, pequeñas, grandes; rombos, arabescos y una escena de la primavera china del mil ciento cinco. Nada la convencíó. Vio unas gabardinas fuertes, pero eran demasiado simples y hasta quizá algo incómodas para el propósito que tenía en mente, los colores tampoco ayudaban, deslucidos y pálidos, grises y marrones, no le sentaban a su idea.

Entendió entonces (aunque quizá pasó más por un deseo que por un entendimiento) que la recreación del útero en el que había elegido ahogarse dentro de algunos días tenía que ser lo más real posible. En ese momento una exitación feroz se apoderó de su corazón y le sacó el aire, no sólo sabía con qué debía fabricarlo, sino que también comprendió qué materiales debía utilizar para autoadministrarse una muerte feliz.

Preparó el comedor de su casa, corrió los sillones, la lámpara de pie que siempre estorbaba, la mesa ratona y los pufs roñosos, llenos de pelos del gato persa que ayer le regalara a Josefa, la vecina.

Bajó las persianas. Veló la luz.

Luego dispuso una camilla, algunas mesas de trabajo y una máquina de coser, todo contra una pared que habia dejado despejada, asegurándose que el centro del ambiente quedara libre, pues allí pondría un tanque australiano que, recubierto internamente con el material elegido, contendría el líquido amniótico. Inmersa en él, embrionada, gestada, parida, la muerte le chuparía la carne y escupiría sus huesos.

Cortó aproximadamente unos doscientos úteros de vaca, quizá fueran demasiados, no lo sabía, pero tenía que asegurarse de que pudieran recubrir el interior del tanque.  Los cosió con cuidado y selló los orificios para que el líquido que lo llenase no se filtrara.  Día y noche trabajó doblada sobre la máquina de coser hasta que pudo terminar la tarea. Cuando concluyó, miró hacia la camilla, acostada en ella, dormida, sedada, aguardaba su madre, esperando la disección, esperando aportar con su útero, aunque unos pocos retazos, el material perfecto, insustituible, al proyecto de su segundo alumbramiento.

2 comentarios:

Guantes De Lana dijo...

Esta muy bueno tu blog, te pongo en mis favoritos y te leo con más detenimiento.

Saludos totales.

Elechili dijo...

¡Gracias!