viernes, 20 de mayo de 2011

Conexión, nado sincronizado y una nueva ruta

La superficie ardió. Lo sentimos en nuestros estómagos las vacas ausentes y esta presencia que las acompaña. Me nombro presencia, porque hace tiempo perdí la dimensión de lo que soy en este espacio.

El tren subterráneo y solitario que nos tiene cautivas había dejado el barrio chino ubicado en las profundidades de la tierra; ya perdía sus rumbos por nuevos canales, avenidas y adyacencias del bajomundo cuando sentimos la acidez punzante calarnos por dentro. A un mismo tiempo, como equipo nacional de nado sincronizado, nos retorcimos del dolor.

El fuego de la superficie ulceró nuestros estómagos.

(Conservo una imagen mia, reflejada en la ventanilla del vagón, regurgitando pasto mojado y magnolias, pero lo mío no fue nada en comparación a lo de las vacas, que regurjitaron todos los campos sembrados de Nepal y Malasia y hasta un pozo petrolero de Veracruz)

Mientras mi interior y el de las vacas se degajaba y la superficie se filtraba por sus propias llagas, el mapa de lo que parecía ser nuestro próximo destino se constelaba en mis pupilas.

(Continuará)

1 comentario:

Édgar Ahumada dijo...

Eleonora,

Me impresiona la contundencia de la vida de tus personajes (de la presencia de tu personaje, la primera persona).
Hay aquí también, visos de ciencia ficción uncidos al relato de lo que en el interior de unas vacas sucede, previo a que éstas expelen el contenido de sus estómagos.
En la aparente zona de caos, hay una línea discursiva que atrapa al lector.
Felicidades.