jueves, 5 de mayo de 2011

Orden de caos

Cuando pude volver a ser sujeto, luego de mi experiencia como palangana (y acá tengo que abrir un paréntesis obligatorio para decir que en otras circunstancias nunca hubiera podido escribir la palabra sujeto, simplemente por resultarme algo ajena, pero que, luego de cierto adoctrinamiento ocurrido en diversas sedes de una logia que opera en Palermo, he aprendido a amar esta palabra. La historia de la logia no viene al caso en este momento, sin embargo, por las ansiedades pujantes de premoniciones que ciertamente encontrarán espacio en relatos venideros no huelga aclarar que la función de esta organización semi secreta es la de sujetizar personas) Decía, cuando pude volver a ser sujeto, luego de mi experiencia como palangana, descubrí que el único vagón de la formación, atestado de vacas, tenía intenciones claras: se dirigía al barrio perdido. Recostada sobre el lomo de una vaca avileña negra prendí un cigarrillo que no iba a fumar (hace más de diez años que no lo hago) pero que me iba a ayudar a dilucidar las intenciones del vagón solo por el hecho de estar prendido en mi mano. No fue hasta que el cigarrillo se consumió casi hasta el filtro que entendí que el vagón quería abrirse paso por el barrio, descarrilándose del moebius implacable por el que transitaba, quizá con una necesidad incontenible de recorrer un nuevo orden de caos. Supe, esto no por el cigarrillo casi consumido sino por el iris de una vaca Rubia de Aquitania que tenía al lado, que el barrio perdido era un barrio chino. En todas las ciudades hay un barrio chino, pensé, hasta en las subterráneas.

(Continuará)

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