sábado, 9 de octubre de 2010

Esquina

Ahí está la esquina.

Me debato entre doblar o no doblar.

Ya caminé noventa y nueve pasos, a tan solo uno estoy de estar del otro lado.

La espalda contra la pared, aprieto los ojos, contengo la respiración, no quiero espiar.

Algunos, mensajeros quizá, me contaron que hay del otro lado, algunos que fueron y volvieron, porque están los que se quedaron. Yo, igual, no sé si creerles. Me parece cosa de Mandinga lo que dicen, y eso que Mandinga hace rato que desapareció...allá lejos después de perder ese duelo de guitarra, una noche en que las estrellas se la jugaron mano a mano contra los nubarrones. Y ahora me olvidé si es que Mandinga había ganado o perdido el duelo con la guitarra. También dicen que Mandinga está del otro lado, pero para mí todavía anda por acá.

De los que nunca volvieron sé muy poco, jirones de historias que me contaron los que se pegaron la vuelta.

Otras cosas que supe que hay del otro lado me fueron develadas ayer a través del vapor que arrojó un té de menta servido en un restaurante Mauritaní. Sé que hay un tomate seco que a veces se convierte en limón, un palo que yace en una disposición casual sobre tierra cuarteada, un pedazo de carne seca, dos desiertos, una tribu nómade y una noche larga.

Hay también un balde sin agua que le hace la segunda a un pañuelo limpio que carga con la huella de las lágrimas y los mocos escurridos de los que mañana doblarán la esquina.

Un paso, sólo un paso más.



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