martes, 18 de octubre de 2011

Goteras

Su vida se escurrió por un sinnumero de goteras. Desde su boca, en hilos de baba tímida, cayó primero su futuro, sí, mucho antes que su presente, incluso anticipando la caída de todos sus momentos pretéritos -que nunca lo conformaron, la prueba estaba en lo inconsistente de su historia que se evaporaba con la velocidad que lo hacen las gotas-; también chorrearon su piel de gallina y sus latidos, sus sienes convulsionadas, la acidez y los nervios acumulados en el estómago, lo hicieron caudalosamente desde el sexo perpendicular de sus amantes, calas tendidas sobre sábanas arrugadas, porque a eso se asemejaban sus vaginas; luego cayó su risa, más tarde lo hizo la presión en el pecho y la sequedad de la boca, las lágrimas y la angustia, que lo abandonaron en forma de llovizna, importunando las arenas de una playa fría de Escocia. Se diluyó su carne, pero no su mente. Se diluyeron sus sentidos, pero no su mente, su mente, enteléquica, se mantuvo a salvo, resguardando al pensamiento, pensaba, mas no sentía. Esterilizado, pasteurizado, si morir tuviera sentido, pero ya nada lo tenía.

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