jueves, 6 de agosto de 2009

Por La Rumorosa

Yendo por La Rumorosa, aún no adormecida por el arrullo que en una época del año le proporcionan los vientos de Santana, veo el muro, esa emulación de lo que alguna vez fue el de Berlín y pienso en el poco valor que tiene la vida humana.

Pienso que los de acá no se pueden mezclar con los de allá (será la lepra, será lo locura, será el comunismo, o vaya a saber cuál es la estigmatización que elegimos imponernos para dividirnos), y pienso, pienso que los pájaros y las ardillas pueden cruzar, pero los humanos no, a menos, claro, que un coyote, otro animal, los guíe.

La vida no vale nada. El desierto no fue lo suficientemente amenazador, por eso ahora levantamos este muro, para que quede claro que no nos podemos mezclar, porque es así, porque los animales no tienen casta, pero los humanos sí.



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