miércoles, 8 de julio de 2009

Ansiedades del futuro, memorias del pasado y la corrupción del hoy

Lo lavo, lo enjuago, lo seco y hasta le pongo talco. Trato de cuidar el hoy, pero las memorias del pasado lo quieren corromper, pero mi experiencia lo quiere corromper.

El sueño de un futuro que no llegó y nunca llegará y por ende no existe, le flota alrededor. Una prostituta encantadora, difusa entre las sombras de un callejón conocido, se desnuda delante suyo y promete universos vastos en un mañana que no está aquí, que nunca estará. Su lengua sabe a vino, sus piernas son suaves, su corazón inmenso y su vientre fértil ¿cómo no seguirla? En el silencio de la noche, se ollen sus susurros.

La prostituta es hábil y la comodidad de los ayeres también lo es (aunque no por ello exprese felicidad) En un segundo de descuido ambos aparecen, intermitentemente, primero la una y después la otra, me dispersan ¿me seducen? y mi hoy se corrompe, fácil muy facilmente.

Es entonces que me acuerdo de Nietzsche y de alguna recomendación que me diera una vez, sobre vivir los días desde la inocencia de los niños (sin memorias de pasados, sin ansiedades de futuros). Lo intento, lo he venido intentado últimamente, debo ser franca.

Esto último me hace pensar que hay mucha sabiduría compartida entre los nihilistas, los existencialistas y los orientales. Hacen contacto en un lugar, pero inmediatamente se repelen. No es el punto, sin embargo, pues esa dispersión no es la que me ocupa hoy.

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