viernes, 12 de junio de 2009

Antesala

Después de un año de alienarse, pero sin dejar de conducir noblemente su fagocitación, el ouroboro se halló a sí mismo.

Lo que vio en el proceso fue a veces triste y a veces no. Conoció muchos fondos, muchos pisos, muchos suelos, raspó sus uñas contra las paredes tratando de aferrarse a algo, pero no hubo piedra, ni rama, ni ser humano que le detuviera la caída y cuando creía que más abajo no podía ir, se daba cuenta de que el pozo era aún más profundo.

Se desesperó y la locura constituyó el peor de sus miedos. Claro, había disociado su ser en tantas partes que no encontraba la forma de llevar paz a su mente.

Después de un año, el ouroboro renació. Cree que renació. Las certezas son tan esquivas, que ni los personajes mitológicos pueden poseerlas.

Hoy se le nota cierta calma en el rostro, esa calma que ostentan los que han partido.

¿Será que cuando los seres consiguen elevarse espiritualmente se acercan a la muerte?

1 comentario:

Juan Valdez dijo...

También es una ilusión, hasta de los personajes mitológicos, que sólo al evolucionar se aproximan más a la muerte. En realidad sólo se vuelven más conscientes de ella.

Ya lo dice el poeta: "¿Quién me untó la muerte en la planta de los pies el día de mi nacimiento?".

Infausto.