sábado, 26 de septiembre de 2009

Fluidos

Mis dedos se niegan a eyacular palabras.

Mi garganta se anuda con cientos de textos que no pueden ver la luz, pero produce, en cambio, un reflujo con sabor amargo que se convierte en una masa densa que se pudre adentro mío y, ni aunque entierre los dedos en la profundidad de mi boca, va a dejarse vomitar sobre las hojas.

Mis ojos ya no lloran letras.

Solo párrafos cortos y truncos, como abortos, eligen, deformes, poblar espacios efímeros como este.

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